Gestión de la Comunicación Social en la Epoca de la Post-verdad
Por: M.A.P. Juan Paulo Torres
En el año 2016 el Diccionario Inglés Oxford nombró al neologismo "post-truth" (post-verdad) como palabra del año, al definirla como "aquella circunstancia en la que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que los llamados a la emoción y a las creencias personales".
La palabra busca dar nombre a fenómenos sociales cada vez más comunes en donde los debates de la agenda pública se ven altamente influenciados por argumentos falsos de líderes que apelan más a la manipulación emocional que al convencimiento racional.
Por supuesto que la post-verdad no es un fenómeno nuevo, pero las redes sociales digitales han dejado de manifiesto su impacto en la vida social y al mismo tiempo han contribuido a su reproducción exponencial. Es impresionante la viralidad con que se esparcen las noticias falsas y la facilidad con que las personas se muestran dispuestas a creer en ellas.
Y es que en el fondo, el problema no es la post-verdad, ni las noticias falsas, ni la manipulación mediática, sino el surgimiento de un escepticismo irracional, que desconfía o cree por afinidad. La incredulidad no es un vicio en sí misma, pero se vuelve dañina cuando sólo se admiten o se niegan verdades por simpatía.
Creer o no en algo acaba dependiendo más de quién lo diga que de los argumentos o evidencias que se puedan ofrecer. Por eso hoy no es extraño que haya quien crea con más facilidad en las teorías de conspiración que en la propia ciencia, o que los periodistas deban convertirse en youtubers para ganar la credibilidad del público.
Éste escepticismo irracional desafía la confianza de todas las instituciones formales en las sociedades contemporáneas, con especial énfasis en las religiones, las universidades y los gobiernos. Así, el bien, la verdad y la justicia se vuelven conceptos vacíos, desprovistos de toda importancia.
En esta época de ciudadanos incrédulos, los gobiernos dejan de ser una herramienta de transformación social para convertirse en un lastre del que deshacerse. La desconfianza se convierte en desprecio, para dar lugar a propuestas simplistas como la eliminación del financiamiento público a los partidos políticos, la reducción de representantes en los congresos, los sueldos de los funcionarios públicos o hasta la desaparición de instituciones consideradas innecesarias.
En este contexto, gestionar la comunicación social en los gobiernos se vuelve una necesidad de primer orden en tiempos de la post-verdad. A continuación ofrecemos algunas claves de lo que podría comenzar a proyectarse frente a este complejo fenómeno.
1.- Transparencia activa. En sociedades saturadas de información, las personas no se encuentran habitualmente dispuestas a preguntar, consumen la información que llega a su alcance.
2.- Comunicación visual. Las nuevas generaciones están formadas en el impacto de las imágenes, y son particularmente incompetentes para la comprensión de argumentos complejos.
3.- Síntesis extrema. La inmediatez del mundo actual produce ansiedad social, y obliga a los interlocutores a generar mensajes asertivos y concisos.
4.- Emotividad. La industria de la mercadotecnia digital ha formado consumidores especialmente irracionales, que se mueven bajo el impulso de estímulos emocionales.
5.- Autoridad moral e intelectual. En tiempos de incredulidad, las evidencias racionales no son suficientes, es necesaria la integridad moral.
En suma, hacer un compromiso con la verdad sigue siendo el gran reto de los gobiernos y de la política en general. A pesar de que con frecuencia los ciudadanos incrédulos estén más dispuestos a creer en mentiras simples que en verdades complejas.